miércoles, 7 de marzo de 2012

Una fotografía de Francesca Woodman


Era necesario explicar la palabra mujer, decir lo que era y lo que no era. Cartografíar el desnudo. Francesca contempla la identidad como un residuo. Ser mujer o ser Francesca y su drama, saber que las máscaras y las marcas de la piel vienen impuestas desde fuera, desde antes del dentro y el fuera. Salir de la sombra. Escapar de la dictadura de las palabras y las convenciones culturales. Ser una mujer no es la reclusión de ser mujer. Tampoco lo es ser un hombre, o un artista o cualquier otra forma de máscara o marca sobre la piel. Pero ser mujer es un disfraz cruel. Es un residuo tóxico. Escapar. O no poder hacerlo. Intentarlo. La identidad es un residuo, o, para qué engañarlos, nosotros no somos sino sombras deformes de aquello que nos exigen ser. Decir que somos. De esa cárcel mental. La verdadera libertad conlleva ir de la desnudez al desuello.

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